El frío calaba hasta los huesos, pero eso no fue una barrera que impidiera mi paseo por el pueblo. Recorrí varias calles, y a medida que avanzaba mi corazón se aceleraba. Mi caminar no era sin rumbo, sabia bien el lugar a donde quería llegar.Detuve mi andar frente a una vieja pileta. Sonreí sin pensar. Se encontraba en el mismo lugar. Como si jamás se hubiese movido. Pero esta vez, lucía algo distinto. Me acerqué. Me quede de pie frente a él. La sonrisa se borró de mi rostro. Unos ojos muy marcados acompañados de una espeluznante pero a la vez agraciada sonrisa, era el retrato de la cara que ahora me observaba.
